Documento Nacional de Identidad.

Extracto de la intervención en “Poéticas lésbicas”. Mesa redonda junto Elena Castro y Meri Torras, en el marco del seminario Millones de perversas. La radicalidad sexual de los años setenta y El porvenir de la revuelta. Memoria y deseo lgtbiq. Moderada por Alberto Mira y Lucas Platero. En CentroCentro Cibeles de Cultura y Ciudadanía, Madrid 2017.


«Os contaré una historia recitando; la mía, que es la que mejor me sé. Porque lo personal es político, y en mis textos también estáis vosotrxs. Pero cuidado, que como escribía el genial Nicanor Parra: Durante medio siglo la poesía fue/ el paraíso del tonto solemne./ Hasta que vine yo/ y me instalé con mi montaña rusa.// Suban, si les parece./ Claro que yo no respondo si bajan/ echando sangre por boca y narices.

Soy hija de un pescador y de una costurera que me tuvieron sin querer con 45 años y ya se me quedaron. Dicen que tampoco daba mucha guerra y les comía muy bien. Ya veis que con 43 años sigo comiendo estupendamente. Mi infancia tiene banda sonora de Machín, Elena Francis, la sintonía del Un, Dos, Tres…, las golondrinas en el patio que daba al mar de Tarragona y el tacatacatá de la máquina de coser de mi madre. Huele a colonia Joya, a pescado fresco a la plancha, a masaje Floïd y a plastelina. Sabe a panconchocolate y a membrillo.

Las imágenes que conservo son las de mi padre izándome en sus brazos y de la falda de mi madre cuando me acariciaba el pelo. Mis hermanas ya eran mayores y las recuerdo con traje y maquillaje de novia de los ‘70. Mis manos recuerdan la caricia de los pelos y plumas de animal que siempre me acompañan, y mis dedos siempre sosteniendo lápices y plastidecor. Con tres años aprendí a leer por curiosidad, y devoré todo lo que mis ojos alcanzaban. Empecé con la biblioteca de mis hermanas: adoraba los libros de aventuras de Emilio Salgari, o cualquiera que me hiciera soñar en ser un hombretón apuesto, bondadoso y justiciero: El libro de la Selva, Colmillo Blanco, Dickens, los cuentos de Wilde, Mujercitas, Andersen, los hermanos Grimm, Julio Verne y, como no, toda la colección de la Blyton. Con todos estos héroes aprendí también, como decía Roque Dalton, que mis venas no terminan en mí,/sino en la sangre unánime/de los que luchan por la vida,/el amor,/las cosas,/el paisaje y el pan,/la poesía de todos.

Así os explicaba mi infancia en mi primer libro, con el poema:


Documento Nacional de Identidad

Yo era el niño que ardía en mis ojos.
Agustín Gutiérrez

Aquí estoy. Me llamo Txus y soy transgénero.
Llevo siglos siéndolo.
Fui niño bollera y niña gay.

Madre me trans-vestía como una señorita:
manoletinas, braguitas y encajes, lacitos,
un parche en el ojo vago, gafas.
Plantillas correctivas. Pelo largo moreno, muy liso.
Hice la comunión trans-vestida de blanco.
Era una pequeña y folclórica gordita.
Era marika.

Adivinad qué papel me pedía en el juego tonto ese de apapasyamamás
Crecí seducida por pelis de romanos, duelos al sol y hombres de hojalata.
Yo era Tarzán o Guillermo, el Travieso.
En mi bola de cristal amaba a Alaska (cuando todavía podía ser Olvido Gara).
Y leía Mujercitas y era Jo. Leía Los Cinco y era Jorge.
Engullía libros de la Blyton y suplicaba a mis padres poder vivir en un estricto internado inglés, sólo para chicas.
Tomaría cerveza de jengibre y pasteles por la noche.
Podría cabalgar a lomos de la masculina señorita Roberts… Mmmmm.

Una vez una niña me besó en un baño y me dijo que me parecía a Superman.
Ese fue uno de los días más felices de mi vida.

Un día perfecto en Transylvania.


Yo era un extraño niñaniño, solitaria por elección y también siempre dispuesta a escuchar los problemas y vidas ajenas de criaturas y personas adultas. Tuve que crecer rápido y documentarme para entenderme y entender el mundo complejo que se me presentaba. A partir de los 10 años me amamanté “literariamente” con la Pronto, el Lecturas, un Misalito Regina del ‘58 y la Interviú. Gracias a las estanterías llenas de libros que había en casa, pude alternar a Mortadelo y Filemón con Lewis Carrol, Kafka, Virginia Woolf, Sartre, Poe y Shakespeare. También en plena adolescencia descubrí el Informe Hite sobre la sexualidad de mis hermanas y me maravillé con tanta posibilidad y sensaciones. El tema de mis afectos empezaba a ponerse intenso, y así lo cuento en otro poema titulado:


Pasaporte

Luego fui a las monjas y quise ser monja:
ese vivir en virtuosa comunidad de señoras,
todas de uniforme (tan buenas y tan malas).
Pero una que era alférez me hizo desplante.
También estuve años enamorada de la seño, o de esa niña de clase.
Siéntate conmigo en el bus y vamos juntas en la excursión, porfa.
Estaba loca por Julie Andrews, por la Minnelli, por Barbra y
por todas las que una moñas –dice la tradición– tiene que adorar a ciegas.

Pasé mi adolescencia odiando y llorando
por el terrible momento de las lentas.
No quería que me sacaran, nunca nadie me lo pidió.
Era muy trans para barbilampiños machotes,
mucha chica para los maricones de armario y
demasiado camión para las tontas hetero.

Tenía tristes problemas de peluquería:
y si me corto el pelo, y si no me lo corto.
¡Eh, chico! ¿Tienes hora? Si me lo cortaba,
o ¿quién era yo? Si me lo dejaba crecer.
La solución fue peinar media melena y
de los 13 a los 21 no conocí a nadie como yo.

Estuve sola en Transylvania.


Pero escuché música para alimentarme y buscar compañía: mucha copla y cuplé en los LP de mis hermanas y mi padre. Y mucha radio: Nierga y Quintero, Directamente Encarna, Protagonistas, Espacio en Blanco, los 40 con Hombres G, Abba, Madonna y lo que pudiera grabar antes de que hablara el locutor motivado de turno. También disfrutaba de música de trovadores, clásica, Acid y House. Nunca he sido de líneas rectas, ya lo veis. Siempre mezclando. Y lo más importante, leía mucho, muchísimo, más que nunca. Decidí que no bastaba con lo que tenía en casa, y ataqué la biblioteca municipal. Investigaba cada semana una sección diferente, así que aunque seguía leyendo revistas para no dejar de tocar tierra, empezaron a seducirme épocas como la medieval, géneros como la mística: el ardor de Santa Teresa o la genialidad de Hildegarda de Bingen, literaturas como la hispanoamericana y autores tan diversos como Vicent Andrés Estellés, Maria Mercè Marçal, Oliverio Girondo, Nicanor Parra, Peri Rossi, Jesús Lizano, Delibes, Lorca, Vicente Huidobro, Ausiàs March, Mercè Rodoreda, Kavafis, Salinas, Montserrat Roig, Pedro Lemebel, Joan Brossa, Baudelaire, y, cómo no, Gloria Fuertes.

De la Fuertes aprendí a valorar la madurez y la profundidad que se esconden tras las palabras más sencillas. Supe que las cosas más duras pueden decirse con cariño, y que no es necesario enredarse con palabrejas altisonantes para escribir poesía. Ella era una educadora social desde la palabra y la trinchera, y su propósito vital de acercar los versos a todo el mundo me impresiona por su generosidad y nobleza. También su sentido del humor me cautivaba poderosamente: esa inteligente manera de señalar la paja en el ojo ajeno mientras nos cuenta cuán grande es la viga que tapa el suyo, es pedagogía pura. También el increíble amor que sentía por los animales y las personas que necesitan más protección me marcó poderosamente. Gloria Fuertes era sincera, potente y tierna como ninguna otra persona dedicada a la poesía ha logrado ser. O como escribía Giannina Braschi Amo los hipos y amo los estornudos y amo los pestañeos y amo los eructos y amo a los glotones. Amo los pelos. Amo a los osos. Para mí, lo redondo. Para mí, el mundo.
Y entonces, me saque mi:


Visado

Crecí. A los 22 una bruja me tiró las cartas y
me dijo que conocería por fin a una chica,
e intentó meterme en la cama con su novia.
Curiosa modalidad de cartomancia que me decidió
a chercher la femme
entre liberadas lesbianas de la capital.
Fui tonta enamorada y
la bella amazona me devoró tras la cópula.

Después del dolor decidí cambiar estrategia y
me dediqué a pervertir a damas casadas,
las rondaba, las perseguía como un trovador.
Era una llanera solitaria, kamikaze, sex ninja,
embutida unas veces en lamé –soy marika.
Otras, vestida de cuero, como una bollera.
Desde entonces vivo in the Middlesex.

Y, este estar en medio como el jueves,
hace que todas tropiecen con la menda
se cuestionen sus cosillas y
me pregunten sobre sexo y
curioseen y
me besen casi sin querer: Yo no he sido.

Aquí estoy. Me llamo Txus.

Soy.


Empecé a creerme capaz de contar en voz alta todo lo que había experimentado, visto u oído. Y a veces es verdad y otras es mentira. Pero ser siempre yo, aunque tuviera que transgredir normas sociales. Como decía Juan Ramón Jiménez: Si os dan papel pautado, escribid por el otro lado. Y también entendí que si quería llegar a todo el mundo tendría que performar la poesía, corporalizar la palabra y exponer mi propio cuerpo no normativo para ser espejo de tantos niñoniñas como yo. También tenía que agradecer la lucha, la sangre y la militancia de tantas personas antes que yo, mientras yo, a pesar de mí, después de mí.

No salí de ningún armario porque fui afortunada de no meterme jamás en uno. Pero me signifiqué y me etiqueté voluntariamente miles de veces, me expliqué como transgénera y como bollera, y encontré en el escenario el mejor camino para mostrarme y mostrarnos. Hice mío el manifiesto de Gabriel Celaya cuando decía: Cantemos como quien respira. Hablemos de lo que cada día nos ocupa. Nada de lo humano debe quedar fuera de nuestra obra. En el poema debe haber barro, con perdón de los poetas poetísimos. La Poesía no es un fin en sí. La Poesía es un instrumento, entre otros, para transformar el mundo.

Así que me animé a luchar en lo cotidiano, activista de Mercadona, calle y vida laboral. Y mi definición en estos momentos, que incluyo en mi nuevo libro “Este torcido amor”, queda así:


Self Portrait

There’s nothing more inconvenient than an old queen with a head cold.

(Victor Victoria)

-Mira qué señora más rara, mamá.

Y de repente se fijan en mis ojos
de animalillo ávido de caricias,
de Galileo perdido en el Gólgota,
en mi sonrisa de hábil comercial,
y algún mecanismo cordial se les afloja
para retornarme al cortés silencio
de los anónimos.

Me miro en el espejo
y me veo bella
también vieja
peculiar
y enferma.
Una mujer de fuertes piernas
papada barriga manos delicadas
espalda ancha estrecho el culo
maricón seguro.

Pero no soy más
que aquello
que no veis:
la niña que todavía llora la muerte
de la golondrina del Príncipe Feliz de Wilde,
una conmovida alma abuela,
un reducto de ternura
que se muere por abrazar
o conseguir una ínsula de serenidad
usando verso, voz y risa.

Nota mental:
en esta vida autoinmune
sólo necesito un gato que me cuide
una mujer para leer cada noche
un libro que pueda subrayar si quiero
y música que avive el seso y despierte.

Post Scriptum.
Si hay condiciones climatológicas adversas
de fiereza, sorna y melancolía
puedo contener trazas.


También os confieso que me siento muy valienta por haber desafiado los cánones, las métricas, los corsés y los modos heterocentristas, patriarcales y paternalistas del mundo poético. Como escribía un gran poeta de los 80: No me invitó pero yo fui /Tras la esquina espero el momento/ En que no me miren y meterme dentro /Era mi oportunidad /Unos entran, otros van saliendo /Y entre el barullo yo me cuelo dentro./ Allí me colé y en tu fiesta me planté /Coca-Cola para todos y algo de comer /Mucha niña mona pero ninguna sola /Luces de colores, lo pasaré bien.

La verdad es que no ha sido fácil bailar en esa fiesta, y muchas veces me he ido a casa sin bailar con nadie. Pero la satisfacción de arruinarles con mi extraña presencia su corrección y con mi poesía obrera, bollera y banal sus serventesios y limpios versos, es suficiente para matarme de risa. Necesito seguir las consignas del terrorismo poético de Hakim Bey, que proclama ir en busca del público, desde que me levanto hasta que me acuesto. Quiero dinamitar los pálidos cimientos de la “rectitud” y manchar de colores inadecuados sus grises. O como decía la Dickinson: Si tengo la sensación física de que me levantan la tapa de los sesos, sé que eso es poesía.

Y jamás adorar a maestros o mecenas, jamás rendirse ante la necesidad de publicar o autopublicarse, no ser parte del guiñol editorial y la crème de la crème literaria. Como también decía Santa Teresa de Jesús, de devociones absurdas y santos amargados, líbranos, Señor. Y contra estos, en mi nuevo poemario escribo estos versos, dedicados a un personaje curioso, el poeto. Por eso inicio el poema con las palabras de Gloria Fuertes que decía, indignada por el machismo que le rodeaba y se empeñaba en considerarla “poetisa” menor para críos.


Poeto

La Poesía no quiere adeptos, quiere amantes
Federico García Lorca
La mujer que escribe poesía es una poeta el hombre que escribe poesía, como muchísimo, es un poeto
Gloria Fuertes

Intento respetable de aedo burgués,
pertrechado con viejuno chaleco de lana
y gafas bien espesas de la experiencia
mudas en calcomanía de maestros tuyos:
esos señores gagá de la poesía
que aún presentan en literarios círculos.

Subtitulas existencia, rango y películas checas.
Banda sonora en francés, coreano y luso
-Sabina, Camarón y Los Chichos si te sueltas la pelambrera-.

Desde tu rancia habitación de solterona
urdes sin mesura magnos libros de poética
pueblas nuestro mundo de opiniones doctas
de enanos hijos autopublicados y revistas de la jet.
Manejas afectados vocabularios
y culturalmente estás siempre en lo más up.

Denostas socarrón a vivos y muertos que osan,
achicas este literario espacio para sólo caber tú.
Creo que en realidad ibas para drag,
pero te quedaste en lo arrastrado
cuando intentabas beneficiarte a la queen.
Entregas tu verso recitándote encima
a voz low y seductriz, eso sí:
tanto talento no lo captará la turba
y las titis esperan luego en el bar.

Tu reino es de este mundo.
Truhán, señor y respetable ponente
sustentado en vino, mujeres, palabros.
Tu alimento es el pellejo arrancado de tus amigos,
algún aspirante más joven,
y, por supuesto, las poetisas.

Cada vez que abres el verso, precioso mío,
allá en el medioevo muere un trovador.


También muchas veces necesito volver a la realidad que me importa, y así consigo explicarme y consolarme entre los versos. Cuando hay algún tema que me duele especialmente lo paso por el filtro de la palabra para que no sea tan punzante y me permita diluirme con lágrimas más serenas, este es el caso de este poema que también pertenece a mi nuevo libro:


Padre

ara,
mentre escric açó,
et sent darrere, a les meues espatles,
et tinc o et necessite.
per això he interrumput un himne a venus
i t’he escrit açò
molt devotament,
pare.
Vicent Andrés Estellés

No escribiré elegías
si decides marcharte.
No tendré el verso para poemas
en esos días.
Sólo llanto y desconsuelo.
Así que déjame arrullarte
aquí ahora
a tus mansos 89 años
mientras te miro dormido
en la silla del comedor
cansadito de tanta vida.

Mi rey pescador,
Superman, el gran capitán.
Bello varón de manos
como redes
que me izaban en el aire
enseñándome a no asirme
en exceso al suelo y confiar.
Me recuerdo minúscula,
siempre subida sobre tus hombros.
Eras un amoroso Cristóbal,
un gigante de dulzura ilimitada.

Aprendí de tu modo de querer a mamá:
incurable amante, solícito y cuidadoso.
Por eso, tu hija te ha salido trovador.

También me mostrabas las maravillas
de adorar la naturaleza y su asombro:
los montes, tu mar y ahora un pájaro,
ese gato, el lagarto, dos perros,
la vaca, ovejitas o un pavo real.

Devoto sin iglesias de la Virgen del Carmen
habías procesionado de rodillas en el puerto,
en Viernes Santo me susurrabas:
-mira ese que viene, se llama “velad y orad”
y a mí el alma se me erizaba al reconocer
en los ojos del Cristo la dulzura de los tuyos.

A tu lado nada era malo, peligroso u oscuro.
Tanta luz emana esta esencia tuya.
Tu porte, tu fuerza, me han mostrado
la senda de la compasión y el respeto.
Y que los hombres pueden llorar cuando
están tristes o recuerdan a su pequeño hijo muerto.

Cuando supiste que tu palomo cojeaba
fuiste todo aliento y confiaste en mis alas.
Sin saber, sabes todo lo mujer marica que soy
y aún de vez en cuando alternas género:
me nombras en masculino, femenino,
o ambos dos.

Pintas ahora coloridos mandalas
trazas líneas con la bondad
de tus dedos torcidos por las edades
y mientras me enseñas tus dibujos,
geometría sagrada,
tan viejito y aún risueño,
a mí se me clava
una saeta gitana en el pecho
de pensarte,
padre mío,
subido por vez primera
sobre mis hombros.


Pero siempre vuelvo al sentido del humor, a la autocaricatura, que me refuerza y me conecta con la lucha, la alegría y a esa revolución que para que sea mía, tiene que poderse bailar.


Tits in my bowl (chamaquita)

The camionero who lives inside me dice
que adora tus tetas, cómo se mueven,
se bambolean todo el rato, le miran,
le llaman por su nombre, ¡Manolo!,
y le piden un magreo supremo,
un magreo de los que hacen historia
con sus suspiros pellizcos y risitas.

Esa zorra me provoca con sus tetas.
Sí señourita I like you me gustas honey.

Arriba y abajo, abajo y arriba, no paran,
me incitan, me miran con su duro pezón.
Y entonces, casi casi decido abandonarlo todo,
divorciarme de mi mujer, huir de Iowa contigo,
comprarme una caravana y tener tres perros feos.

Me gusta verte la cara de mala puta
que pones cuando me enseñas las tetas,
como si no hicieras nada,
como si aún fueras inocente y casta,
vestidita de blanco.

Pero las dos lo sabemos, nos lo gritamos,
que el camionero who lives inside me
hoy te abrirá su cabina, nena, de par en par.


También os hablaré sobre la maternidad, un aspecto difícil para mi, ya que mi cuerpoqueer no ha querido albergar vida, pero mi corazón y mi alma siempre han deseado una criatura para acompañarle hacia su libertad. He podido experimentar ser una figura pseudoparental con los hijos de mis parejas y soy educadora desde hace más de 20 años, pero siempre he echado de menos a Jairo, ese hijo mío que no existe:


Hijo mío que no existes

ومباركة ثمرة بطنك
…y bendito es el fruto de tu vientre
Avemaría, popular

-Yo quisiera ser ángel y soy loba-.
Yo quisiera ser luminosamente tuya
y soy oscuramente mía.
Gloria Fuertes

Jairo, ahora ya sé que no vendrás.

Me lo han insinuado
los días contados
con tedio y fatiga,
estas manchas de vejez
en el dorso de las manos,
el olor a muerte de mi propio flujo.
Y esta rabia al ver a los hijos de otras:
-Mataría a sus crías por despecho, lo juro.

No regresarás del Sheol, bello niño,
no podrás encarnarte aunque te dibuje
cientos de veces en la palma de la mano:
gitanito de largas pestañas,
tierno y quijote como yo.

Por eso ha llegado el momento
de confesarte cuánto te he querido
a pesar de que no me vivas,
de que te invente la sonrisa
para no morirme de tristeza cada día.

La falta es mía, que no soportaría estar
hinchada por ti, ser hembra preñada.
Y odio mi mente por este desacuerdo,
porque te he deseado cada día
y soy incapaz de venirte a buscar.
Mi cuerpo no puede albergarte,
y el de las demás ya estaba ocupado antes.

*

(hijo mío hijo mío hijo mío hijo mío)

Que no existes, que te acuno en el aire,
que te amamanto con llantina,
que no te he parido, y aún así,
me ha roto el dolor de tu carencia:
contracción desgarradora de haberte
perdido sin encontrarte antes.

Miro mi vientre redondo
y sólo veo grasas saturadas
y soledad:
nada es dulce y suave,
no hay pataditas
ni miradas cómplices,
no hay música clásica
que ponerte. Hijo mío.

No entiendo las maternidades diversas,
sólo siento desolación a demanda.
Nunca podré hablar desde el útero
porque es baldío y confuso como mi sexo.

Jairo, quiero que perdones a tu madre.

He sido cobarde y ahora demasiado viejo.
Ya no vendrás, y tenía la canastilla a punto.
La tejí sin saber, porque estas manos
no entienden de puericultura ancestral,
sólo de trillar barbechos ajenos.
Tu canastilla es de hojas y ramas y pelos
de animal. De mucha desesperación y almizcle.
No hay nana, sólo canto del cisne.

Mejor que te hayas quedado allá,
quizá nos veamos en la próxima vida.

Total, esta esterilidad es sólo cuestión de muerte.

Jairo.


Para no dejaros ahora con tanto pesar y espesura poética y personal, voy a hacer un aparte:


La inocente

No perteneces a mi raza,
linaje de las que pecan
con señoras.

También creo que no debería mutarte,
no puedo dejarte en medio del camino,
podrían atropellarte miles de bolleras
en sus camiones.

Todavía eres una infantita boba
que sueña asépticas pasiones
con jovencillos imberbes.

Te crees una princesa
con sus belfos de fresa,
cautiva en una torre cárpata,
tejiendo escaleritas de trenza
mientras espera, suspirante,
con la voz rotita de sueño,
a que le rescate un matadragones.

Y es que aún hueles a natillas,
a pañal y a puritita decencia,
a Nenuco, a dulzura tontona,
a noritlavalana,
a cuchi cuchi.
Apestas,
diría yo,
a honra perdida,
a susto y a miedo.

Por eso no tengo derecho
a mostrarte el mal camino,
a decirte que tu príncipe
destiñe el azul,
que es un feo apaleaburros,
que bebe carajillos y luego te besa.

No creas que yo te haría más feliz,
no, esta lesbiana que nunca rompió un plato,
ni siquiera un corazón…
Seguro que te asusto.

Venga, pues, nada,
nada de comértelo
por quinta vez
esta tarde.


Termino mi intervención, no sin antes agradecer enormemente la invitación a compartir mi striptease y mis mundos. Os dejaré con mi manifiesto personal, dedicado a tantas locas que me han amado, acompañado, consolado y ayudado a crecer. Ahí va, pues el poema.»


¡Cuidado!

Las locas venimos en masa
las locas sacamos las uñas
y, zas,
te arañamos la otra mejilla.

¡Cuidado!

Las locas, las desviadas
cuecas, maricas, travelas,
torcidas, feas y extrañas,
te pegamos con el bolso,
pisoteamos tus valores,
te escandalizamos entera.

¡Cuidado!

Las locas invadimos,
tenemos negocios,
somos tus doctoras,
maestras y monjas,
estamos por todas partes,
nos casamos y adoptamos,
estropeamos a tus niñas huérfanas.

Te vendemos el pan,
amasado con manos
de culo, de pecado,
de sida, de noche.

Te rozamos en el metro,
te pagamos el sueldo,
te limpiamos las camisas,
te miramos en los baños.

¡Cuidado!

Las locas somos todas y estamos cabreadas,
las locas te arañamos, te pegamos y escupimos,
te mostramos nuestros Queer-pos, te tocamos el falito,
te sobamos las ideas, rompemos tus esquemas.

¡Cuidado!

Que va a ser que ahora no tememos a tus perros,
a tus porras, a tus palabras, a tus condenas,
o a estar presas.

Porque ya hemos estado ahí mucho tiempo,
generaciones de exilios, condenas, cárceles, campos,
palizas, sangre, dolor, lágrimas, ¡travesti de mierda!,
maricón, bollera, contranatura, vergüenza ajena.

¡Cuidado!

Las locas contagiamos,
te pegamos cualquier cosa, te volvemos rarita,
sin quererlo.

¡Cuidado!

Las locas contagiamos
la fuerza, el coraje,
las ganas de luchar
y el poder vivir por fin,

sin miedo.



Deja un comentario